miércoles, 7 de mayo de 2025

MIL AÑOS DE SOLEDAD

 

Hola a todos,

Lo primero, mis disculpas por el largo tiempo pasado desde la última entrada de este blog. Los avatares de la vida me han llevado por otros caminos durante unos meses. Aunque, supongo, las disculpas casi sobran. Al fin y al cabo igual que ninguno de vosotros, queridos lectores, va a morir o sufrir graves padecimientos por leer estas reflexiones, tampoco ninguno de vosotros habéis muerto ni moriréis ni habéis padecido ni padeceréis, por no leerlas.

Retomo con gusto y ganas estas charlas alrededor de la mesa camilla.

Acabo de terminar de ver, en una de esas plataformas modernas que controlan casi todo el audiovisual actual, la adaptación a la pantalla de, nada más y nada menos, CIEN AÑOS DE SOLEDAD.



Una de esas novelas tan grandes que desde siempre han hecho suspirar a directores, guionistas y productores ambiciosos por hacerlas suyas, por llevarlas al arte en que ellos se expresan y que ellos dominan.

Le tengo leído en alguna parte a García Márquez que su rotunda negativa a ceder los derechos de Cien años de soledad para el cine, que mantuvo mientras vivió (seguro que rechazando cheques de cantidades que ni tú ni yo veremos) se debía a que estimaba, por un lado, que el tiempo de duración de una película, aunque se marcaran un Ben-Hur, nunca sería capaz de contener el universo entero por el que discurría el nacimiento y devenir de Macondo, y por otro lado, que los únicos capaces de levantar películas de ese peso eran los estudios de Hollywood, y García Márquez no podía ni imaginarse a Charlton Heston o a Paul Newman paseando sus cuerpos blancos y perfectos por las calles de Macondo.  La historia del nacimiento, devenir y ocaso del mundo que nos cuenta el autor desde el pequeño Macondo, está contada en español y desde el corazón del Caribe. Está construida con la luz, los colores, los sonidos, los vientos y las caras y cuerpos caribeños.  En esa cultura (y en casi todas las otras) no existía entonces una industria cinematográfica capaz de acometer un empresa como esa.

El cambio en esa industria cinematográfica que han traídos las grandes plataformas de contenidos, en las que se concentran todas las inversiones y trabajos, desde la compra de derechos a la producción, distribución y exhibición, unido al crecimiento de las industrias audiovisuales de algunos países de Sudamérica, como Colombia, han permitido que esta adaptación viera la luz. Netflix pone el dinero (bastante, por cierto), pero la producción es del país y de la cultura que engendró a Macondo.

Dejando a un lado la discusión de si es lícito hacer uso de la obra de un autor que siempre dejó clara su negativa ello, esta adaptación se hace con el permiso e incluso el concurso de sus herederos. En mi opinión, el tiempo lo cambia todo y un cinéfilo reconocido como era García Márquez, que ejerció como crítico literario y escribió guiones de cine, no se hubiera negado a las condiciones y formas de esta adaptación.

Las dos pegas del escritor, reseñadas en uno de los párrafos de arriba, están solucionadas. Las dos temporadas de ocho capítulos, previstas para la serie, pueden dotar a la historia del mismo ritmo pausado con el que discurría el río que fluía al lado de Macondo

Luego de caminar veintiséis meses por la impenetrable sierra, José Arcadio Buendía desistió de su idea de buscar la salida al mar. Fundó Macondo solamente para no tener que emprender el camino de regreso. De esta forma, Macondo nació a orillas de un río de aguas diáfanas.



En cuanto a la segunda pega de García Márquez, ya no corren los tiempos en que Hollywood nos colaba a todos que un príncipe judío, un  profeta con barba larga y vara de mando, un astronauta huyendo de simios, el mismísimo Cid Campeador y el Coronel Aureliano Buendía podían lucir la misma presencia y compostura, la de un señor del medio Oeste americano miembro honorífico de la Asociación del rifle.

            Sobre la serie en sí, ha habido opiniones para todos los gustos. Algunas, minoritarias, ofendidas hasta el sofoco por lo que para ellos es una osadía imperdonable, un  sacrilegio literario, un obsceno baile sobre la tumba del insigne autor (estos opinadores suelen tirar mucho de adjetivo rimbombante). Para algunos, el mero hecho de acercarse a tamaña obra es pecado mortal contra el undécimo “no te atreverás contra la ortodoxia clásica”. Soy de otra opinión. Cada vez que un lector termina una historia, la hace suya. Le pertenece. El autor se la ha regalado. Gracias a ello todos tenemos nuestros propios Macondos. Un libro como Cien años de soledad nos pertenece a todos, forma parte de ese universo cultural que, como una invisible tela, se extiende y enlaza a los seres humanos. Un pianista de Zamora, un pediatra noruego y yo, tenemos poco en común, pero si los tres hemos leído Cien años de soledad, algunas cosas más que antes nos unen e igualan. García Márquez enlaza, a ratos y de lejos, nuestras mentes.







Tratándose de una novela tan leída en todo el mundo, con tanto poso y trascendencia en la memoria sentimental lectora de millones de personas, es inevitable que juguemos con ella, que la doblemos y estiremos, que la pongamos bajo diferentes focos y que la tengamos presente en nuestras oraciones. La familia Buendía es para millones de personas lo mismo que Don Quijote y Sancho Panza, Romeo y Julieta, las pinturas de Goya y las canciones de los Beattles. Nos pertenecen.

Y al igual que a mí me hace feliz cantar a voz en grito Let it be debajo del chorro de la ducha, un grupo de personas deciden que quieren poner sobre la pantalla su propia visión de Cien años de Soledad. Adelante y suerte. Me alegré cuando ya hace un tiempo leí que empezaban el proyecto y esperé con ganas hasta tener noticias de su estreno

El control de los herederos sobre la obra de un autor, aunque comprensible en lo que a legalidad y remuneración pecuniaria se refiere, ha dado muchos, variados  y sonados casos que en que se termina difuminando, arruinando o haciendo pequeña la creación original. Por exceso o por defecto. Hay un personaje que lo ha sufrido en su propias carnes (si las tuviera, porque es de tinta y papel), Tintín. La negativa férrea de sus herederos a permitir el uso de la imagen del personaje, mantenida a base de demandas y querellas en tribunales de todo el mundo, nos privó desde hace cuarenta años de disfrutar de mil maneras posibles con la creación de Hergé. Ni camisetas con su imagen, ni películas (con la honrosa excepción del que todo lo consigue, supongo que a base de pasta, Spielberg), ni teatro infantil, ni canciones, ni obra gráfica, ni musicales, ni apariciones en otros cómics o novelas gráficas. Ni una adaptación. Ni una modernización. Ni una transgresión.  Tanto control sobre el personaje y tanta negativa seguida de amenaza de demanda, ha provocado que la figura de Tintín, tan querida y tan omnipresente en la generación del que escribe, prácticamente esté desapareciendo del imaginario popular de toda Europa.

Así que bienvenidas las adaptaciones, las invenciones y los atrevimientos alrededor de nuestros clásicos. Las buenas y las malas, que de todo tiene que haber en la viña del Señor. Y sin unas no existen las otras. Y así sea por siempre. Mil años de soledad.

En cuanto a la calidad de la serie, cada uno que opine después de verla. No me siento yo delante del teclado para pontificar sobre la calidad artística. Ni soy quien, ni sé más que nadie. Os diré que me ha gustado verla, he disfrutado bastante.  No es la mejor serie que he visto, pero sí puedo jurar sin condenarme que he vistos doscientas peores. La crítica internacional ha recibido su estreno con buenas reseñas en general (obviemos la influencia que las grandes plataformas tienen en el sector) con una excepción notable de un conocido (y bueno, según mis gustos) escritor español que en una columna de un prestigioso periódico definía la serie con una frase tan preciosista en la forma, como cruel en su simplificación: un anuncio de café interminable. Sergio del Molino en El País.      

De la serie se pueden disfrutar muchas cosas más si miramos un poco a los lados y fuera de los márgenes del significado literario de la obra original. Mi recomendación es verla. Con una salvedad. Si no has leído el libro, por nada del mundo intentes suplantar su lectura por la visión de la serie. Si tienes interés en lo que García Márquez nos legó para la historia de la literatura, te toca coger el libro y empezar con uno de los inicios más conocidos en todo el mundo de la creación,

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.

Y ya entonces, a ver la serie.

Y dejamos para otra ocasión hablar de manera más profunda de las relaciones entre literatura y cine. Ya sabéis, utilizo esa coletilla tan socorrida tanto en literatura como en cine, esa es otra historia.

Para terminar, constato la presencia, la vigencia y la influencia que Cien años de soledad, sigue teniendo hoy en día. Una de mis últimas lecturas es una novela que desde su lanzamiento en España se ha convertido en un éxito (tanto en críticas como en lectores) “La península de las casas Vacías”  de David Uclés, editada en la colección Nuevos tiempos de Siruela. Una amplia y detallada historia de nuestra guerra civil contada desde la cercanía de una familia de olivareros de un imaginario pueblo de la Sierra del Segura de nombre tan redondo como sonoro, “Jándula”. La novela es un declarado y admirado trasunto de la familia Buendía y su Macondo, que profundiza, hasta mancharse de barro ensangrentado, en el hundimiento de España en la violencia. Uclés usa sin freno ese recurso expresivo, y que deja sueltas las riendas de la imaginación, de ese extraño experimento literario que fue el Realismo Mágico que, allá por los años sesenta y setenta, crearon escritores sudamericanos para enseñarnos que siempre habrá nuevas y diferentes formas de contarnos el mundo.

La península de las casas vacías es una novela muy interesante y recomendable. De las que te dejan dándole vueltas en tu cabecita muchos días. Quizás la próxima vez que me siente delante del teclado, el cuerpo me pida escribir sobre ella.

Hasta entonces, nos vemos en los libros.

 

 

 

 

4 comentarios:

  1. Estupenda reflexión, amigo Pigüi. Compltamente de acuerdo. Tendré que leer la novela de Uclés. Abrazos

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  2. Completamente de acuerdo contigo. La serie no sustituye para nada al libro, pero me gustó verla. Puede que alguien se anime a leer el libro después

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    Respuestas
    1. Las pelis y series también vuelven a la vida y al mercado ciertos libros. Hace poco leí una novela de laque antes no sabía ni su existencia, El silencio de los corderos.

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