miércoles, 28 de febrero de 2024

Género sí... pero fluido, por favor.

 

                                         Citas (falsas, por supuesto)

                                              Be water, my friend.

                                                    Bruce Willis Springsteen Lee.

                                                                      

    El género fluido ha llegado para quedarse. Las sociedades cambian y avanzan, a trompicones pero sin remisión. Y los conceptos que hasta ahora teníamos del sexo y del género son de los que más han mutado sus esquemas en los últimos tiempos. Han fluido.

    Pero no voy a hablar de sexo, que ya os veo frotándoos las manos o cualquier otra cosa, voy a hablar de género.

    Quisiera hablar de género fluido. Porque nosotros creemos que hemos descubierto la Luna, pero eso, genero fluido, es lo que hizo Cervantes al escribir el Quijote. Cogió el género de caballería y lo hizo fluir.

    De ese género quiero hablar. Del género literario. No en su concepto académico  (narrativo, lírico, dramático y alguno más que no recuerdo) que ya nadie utiliza fuera de las aulas. De la literatura de género.

    A primera vista parece un tema menor, pero la realidad es que tiene gran importancia en el mundo del libro, en lo que se escribe, en lo que se publica, en lo que se vende, y por lo tanto, en lo que leemos.

    Hace un tiempo se consideraba la literatura de género como un arte menor ante lo que se da en llamar narrativa seria. Al género incluso algunos no lo consideraban Literatura, por lo menos con el derecho a escribirla con mayúsculas y en cursiva. Y me jugaré gustoso vuestros dedos meñiques a que en estos días todavía hay lectores que así lo siguen considerando. Entre la intelectualidad dura, esa que mira por encima del hombro (haberla, hayla), la novela debería tratar siempre de un personaje atormentado que indaga en la vacuidad de su existencia, y al que le chorrea por las orejas su monologo interior.

    Pero basta con enumerar

    De Misterio, de Terror, negra, Histórica, Policiaca, de espías, de amor, de intriga, de aventuras, de ciencia ficción, de fantasía, de humor.

    Sólo con leer la lista, las papilas gustativas (de los gustos literarios, claro) empiezan a salivar. Todos tenemos en nuestro corazón lector un puñado de títulos de cada uno de estos géneros. Y cada uno de estos géneros cuenta con muchísimas obras que son de una calidad insuperable.

    El que os escribe recuerda aún las sensaciones que tuvo al visitar por primera vez el mundo antiguo, cuando leía Sinuhe el Egipcio, de Mika Waltari. O el sabor de imaginarte intrépido aventurero recorriendo el mundo cuando descubrí a Julio Verne. O lo que aprendí de política internacional y profundidad del alma humana leyendo a John Le Carré  y a Graham Greene, cuando me dio por las de espías.

    Si repasáis vuestros recuerdos lectores, encontráis vuestros propios ejemplos.

    Literatura de género, sí, por favor.

    La literatura de género es, sin ninguna duda, el motor de la industria editorial. Sin ella, muchos autores que la desprecian no tendrían editoriales donde publicar sus títulos, ni librerías donde venderlos. E incluso tendrían menos lectores que cogían sus libros de las estanterías. Es más, en los últimos años muchos de estos autores se pasan a los géneros de moda, para ampliar y fidelizar lectores

    Porque la literatura de género crea hábito lector. Sus lectores son ávidos, voraces, fieles y exigentes. Y se cuentan por millones. Y un género les lleva a otro, y un autor a otro, y un título a otro. Y así se hacen lectores de por vida.  

    Pero a los géneros también se le pueden sacar los colores. El primer mal que es que dependen demasiado de las modas. Las editoriales se frotan las manos, pero que un género se ponga de moda trae enseguida un aluvión de títulos y novedades, en el que siempre se cuelan una gran cantidad de títulos de esos de los que nos podíamos haber ahorrado. Para esos aluviones de títulos no hay nada que hacer (es el mercado, amigos). Paciencia y capacidad de elección.

    El otro mal, el que esgrimen los detractores del género, es su rigidez. Su previsibilidad. Que siempre responde a unos esquemas prefijados. Y ahí, mira, tengo que darles la razón. Cada género tiene sus reglas que hay que cumplir a rajatabla (los lectores se lo exigimos). Sus ingredientes y sus cánones. Sus sorprendentes giros de trama alrededor de la página 120 o su muerto en las primeras 5 páginas. Y es verdad, el género constriñe, como dice un amigo mío.

    Ante eso, le pido a los autores, dejadlo fluir.

    Un erudito italiano tuvo la brillante idea de combinar novela histórica con ensayo religioso y con las novelas de detectives de Sherlock Holmes y parió El Nombre de la rosa. Y un señor de Barcelona, de nombre Eduardo Mendoza, mezcló la novela de detectives con el humor absurdo y barriobajero y nos regaló la serie de su detective sin nombre que empieza con El misterio de la cripta embrujada.

    Escribid vuestras novelas de género, pero por favor, manejadlo, estiradlo, dobladlo, mezcladlo (como haría James Bond), agitadlo (como nunca haría James Bond), quebradlo, parodiadlo y todos los “adlos” que se os ocurran. Saldrán seguro estupendas novelas.

    Eso para los autores.

    Para los lectores

    Hinchémonos a leer nuestros géneros favoritos, pero no pongamos puertas lectoras al campo. Demos una oportunidad a aquellos autores que lo llevan un poco más allá, que arriesgan, que buscan innovar y hacer que su género crezca, avance y cambie. Que intentan hacer que la literatura sea ese arte vivo, con capacidad de sorprendernos.

    Género si… pero fluido, por favor.

    Y como estamos hablando de géneros literarios, no quiero pasar la oportunidad de citar a unos pocos autores que consiguieron alcanzar el cielo de los géneros, llegaron a coronar un Everest de la literatura, llegaron al tope de los “adlos” antes sugeridos: Inventaron un género propio. Lo hizo Julio Verne, con su serie de aventuras científicas. Más tarde también lo consiguió Agatha Christie enfrentando a sus detectives a crímenes imposibles. También lo logró Truman Capote, al escribir su novela de No ficción A sangre fría, e incluso lo hizo Patricia Highsmith al diseccionar la profundidad sicológica de sus personajes creando la Intriga sicológica. Honor y lecturas para ellos.

    Para terminar, me gustaría sugerir algunos títulos. Hoy serán varios de varios géneros.

    A Sangre fría de Truman Capote. Si no la habéis leído, ya estáis tardando. La historia real de un crimen despiadado y banal, tratado desde la vertiente de criminales y victimas. Una novela tan importante que su proceso de escritura se ha llevado al cine (Capote), valiéndole un Oscar a Philip Seymour Hoffman por su interpretación del autor.

    El hechizo de Elsie. Una de las menos conocidas novelas de Patricia Highsmith. Intriga y suspense sicológico en su más pura esencia. Engancha desde la primera página sin trucos ni artificios.

    Del género policiaco, me gustaría sugerir la saga de la inspectora Petra Delicado, escrita por Alicia Giménez Bartlett. Quienes me conocen saben que no dudo en recomendar a Petra, sus novelas son una delicia policiaca, con excelentes personajes y tocadas por la varita complicadísima del humor. Acaba de publicar la última entrega (La mujer fugitiva) pero recomiendo, como en cualquier saga, empezar por el primer título Ritos de muerte.

    Y para terminar, una novela corta donde se mezclan géneros sin ningún recato. El asombroso viaje de Pomponio Flato. Novela histórica, hagiográfica, con mucho humor y  una investigación detestivesca muy original. Gamberra y divertidísima.

    Me despido por hoy. Espero vuestros saludos y comentarios. Sería estupendo que nos contarais a los demás lectores aquella o aquellas novelas de vuestros géneros favoritos, que no son tan conocidas y que seguro os gustaría compartir.

Nos vemos en los libros.

domingo, 18 de febrero de 2024

Me gustaría presentarme.

                                                                                     

                                                                             Citas (falsas, por supuesto)

Todo es relativo… menos lo que me gusta, lo que me pone y lo que me sale de los mismísimos.

Albert Einstein.

 

¡Horror! ¡Pavor! Otro blog de libros.

Ea, pues sí. Es lo que tiene la democratización y el acceso de cualquiera a los medios de comunicación globales. Y eso es más que bueno. La posibilidad de que cada uno exprese lo que quiera, desde lo más sublime a lo más rastrero, y lo envíe al proceloso mundo digital, con la posibilidad de que le interese a alguien y de que, incluso, lo lea hasta el final, es tener a mano de un teclado el superpoder que nunca imaginábamos cuando de  chavales nos preguntabamos unos a otros por nuestro superpoder más deseado (el mío era la invisibilidad, por supuesto para colarme en el colegio de las chicas). Voy a aprovechar esta autopista abierta al mundo.

Mis disculpas. Lo primero, saludar. Hola, lectores. Y después, presentarse. Aquí un blog, aquí unos lectores.

¿Un blog de qué?

¿De literatura? Me parece una palabra demasiado seria para lo que pretendo hacer, lo que me gusta y lo que voy a escribir. Además no soy ni mucho menos un experto en literatura. La técnica, los géneros, la métrica, las vidas de los autores, me importan bien poco. Todo eso lo aprendí en el Instituto y lo olvidé casi todo con el tiempo. Y desde entonces vengo disfrutando  de la lectura sin tener que hacer mucho uso de ello.

¿De libros? Nos vamos acercando.  Los he leído, los he escrito, los he corregido, los atesoro con cariño e incluso los he vendido (no todos los que quisiera, que está el mercado muy malito).

Pero muchas de las historias que nos gustan no están en los libros. A veces las ves representadas por actores en un escenario; o las oyes cantadas acompañadas de una guitarra; o saliendo de una pantalla de un cine; incluso bailadas por una compañía de danza. Existen mil maneras de contar y de disfrutar de las historias contadas. Esas mil y pico maneras tienen cabida en este lugar.

¿Un blog de lectura? Pues sí. Porque habrá que centrarse en algo, que el que mucho abarca poco aprieta. 

Hablaremos de lectura, de literatura, de libros, de géneros, de autores. Pero también podremos hablar de todo aquello que se le relaciona. Con la relación que en cada momento se nos ocurra, que la mente de cada uno procesa como quiere sus lecturas, a su modo y manera, tan sorprendente y milagroso a veces. Esa diversidad y ese particular roce de emoción o pensamiento que la lectura provoca en cada lector, es lo que me gustaría ver reflejado.

Este blog nace con la intención de esa mesa con las migas de la comida, con tazas de café ya frio, en la que surge una conversación sobre libros, donde cada uno quiere compartir su goce, su crecimiento o su decepción con esta o aquella lectura. Está en la naturaleza humana compartir y hacer partícipes a los que queremos de nuestros pequeños e íntimos descubrimientos vitales. Y entre ellos están los que nos produce la lectura.

Os propongo un rato, relajado y disfrutón, alrededor de la mesa hablando de libros. Y si se alarga la conversación, hacemos más café, y si Luis saca esa botella de orujo que ha traído del pueblo, más profundos nos ponemos.

Estáis invitados a esa mesa.

Pondremos encima del mantel todo tipo de historias. Entre mis defectos no se encuentra el sectarismo lector. Podremos hablar de libros buenos, libros malos o libros regulares. Esas tres categorías sí que engloban el total de la producción literaria (con el añadido de la subcategoría de libros ni fu ni fa).

Porque lo que gusta a uno no tiene porque gustar a otro. Porque lo que nos gusta hoy a lo mejor no nos gusta mañana. Porque lo que nos gusta cuando estamos tristes no nos gusta cuando estamos alegres. Porque lo que nos gusta recién desayunados no nos gusta en la oscuridad de la noche. Porque a veces nos gusta descubrir las profundidades del alma humana y a veces nos gusta entretenernos con la peripecias de una aventura.

Porque el arte nace de la más pura subjetividad. Y el hecho lector, como arte que practicamos cada vez que abrimos un libro, está  maravillosamente mediatizado por nuestra particular visión. En la literatura, como en la vida, todo es relativo.

Y porque todo es relativo, no pretendo, con estos escritos, enseñar nada a nadie, pontificar o repartir etiquetas literarias. Sólo dar mi punto de vista, por definición subjetivo y a veces (si me sigues lo verás) un tanto peculiar, de todo aquello que me provoca la lectura.

También me atreveré a citar algunos títulos como sugerencias. Como bien saben los que se han dedicado al mundo del libro, la palabra “recomendación” es siempre arriesgada. Los libreros, al contrario que los dentistas (que nueve de cada diez saben precisamente lo que nos conviene), lanzan una moneda al aire cada vez que recomiendan. Intentaré “sugerir” títulos que sean originales en algún aspecto. Para esto espero también vuestra colaboración.

Os espero alrededor de la mesa. Agradeceré con cariño y la amabilidad que me ha de caracterizar vuestros comentarios, vuestras sugerencias, reclamaciones y demás. O tan solo un saludo, que para eso sólo es necesario un poco de voluntad y la gracia y donaire que seguro portáis.

Lector, si estás ahí... manifiéstate.

Y yo prometo, solemnemente, tratar de no incumplir el undécimo mandamiento: No aburrirás.

Pablo F. Graciani.


CLÁSICOS POPULARES, DE AYER, DE HOY Y DE SIEMPRE.